Los cuerpos en interacción: lenguajes, espacios y las marcas de lo colectivo

Habitar con otrxs ha sido siempre una tarea cargada de tensiones y significados. Como seres que existen en un constante entretejido con el mundo, nuestrxs cuerpxs son afectados de lenguajes, palabras, gestos, silencios. Sin embargo, estos lenguajes no solo afectan, también delimitan: nos definen en nuestras posibilidades de encuentro y nos moldean en las formas de incluir o excluir al otrx.

Desde mi experiencia personal y profesional, he visto cómo los espacios que habitamos –físicos, sociales y simbólicos– contienen las huellas de nuestras relaciones colectivas. Trabajar con personas cuyas vidas se construyen en los márgenes de esos espacios me ha permitido reflexionar sobre las dinámicas de poder que moldean nuestra convivencia. Las fronteras, visibles e invisibles, no solo separan territorios, sino también cuerpos y subjetividades.

Las personas en situación de calle son un ejemplo de lo anterior. Su sola presencia en los espacios públicos desafía las ideas hegemónicas de "normalidad" y "pertenencia". En su existencia, los códigos sociales de hogar y orden quedan desarticulados, no porque sean una amenaza, sino porque nos enfrentan al espejo de nuestras propias exclusiones. Aún quienes atraviesan esa realidad, poseen experiencias diversas que también responden a construcciones alrededor de género, edad, origen. Cada cuerpx atraviesa formas únicas, tejidos únicos, mostrando las múltiples capas de desigualdad que nos estructuran como sociedad.

Pero esta reflexión no se detiene en quienes habitan la intemperie. También apunta a quienes ocupamos espacios que llamamos "hogar". Allí, en el supuesto refugio, se inscriben tensiones, silencios y maneras de habitar que, en ocasiones, no son menos fragmentarias. Convivir no es simplemente compartir un espacio; es construir un lenguaje común que permita sostenernos en las diferencias, en lo incómodo, en lo que nos desafía.

Wittgenstein escribió que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo. En mi lectura, esto implica que al nombrar a alguien como "problema" o "amenaza" cerramos la posibilidad de comprendernos como parte de un todo colectivo. Habitar con otrxs es un ejercicio constante de apertura, un intento de trascender las palabras que nos separan para crear lenguajes que nos acerquen.

La pregunta que me atraviesa –y que les comparto– es: ¿cómo habitamos con los demás? ¿Qué lenguajes elegimos para representar y construir nuestra relación con quienes percibimos como diferentes? ¿Qué fronteras sostenemos y cuáles estamos dispuestxs a cuestionar?

Gracias por tomarte el tiempo de leerme y por reflexionar conmigo. Me encantaría leerte.

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