El tiempo como pacto, la vida como resistencia
Cerramos un año. Pero, ¿realmente hay algo que se cierre? Más que un “fin”, deberíamos preguntarnos qué estamos celebrando. El calendario, tan presente en nuestras vidas, es mucho más que una herramienta de organización; es un constructo cultural que nos arrastra bajo la lógica de progreso y productividad. Nos impulsa a fijar metas, objetivos claros, como si nuestra existencia tuviera que justificarse a través de logros medibles.
Sin embargo, esas metas que trazamos, tantas veces motivadas por exigencias externas, suelen convertirse en cárceles invisibles. Nos definen y, cuando no logramos alcanzarlas, nos enfrentamos a un abismo de culpa y auto-reproche. Pero, ¿quién nos dijo que el tiempo debía ser así?
¿Qué pasaría si dejáramos de entender el tiempo como una línea recta y comenzáramos a verlo como un ciclo? La naturaleza, que nos precede y nos excede, no reconoce el 31 de diciembre. No le importa el final del año, porque su danza no sigue las imposiciones del calendario. Primavera, verano, otoño e invierno se suceden, no porque deban, sino porque así se da el fluir de la vida. Y mientras tanto, nosotros corremos, vivimos en deuda con el futuro, siempre obligados a ser mejores, a producir más, a superarnos en un eterno sprint hacia un destino que no existe.
Pero la vida no es lineal, no es un trayecto con un inicio claro y un final definido. La vida es flujo. Es el cruce de lo que somos con lo que no podemos prever, con el azar, con la incertidumbre que tan frecuentemente intentamos domesticar. Y esa incertidumbre, aunque a veces angustiante, nos permite crear, soñar, resistir y andar.
Cerrar un año no debería ser una evaluación de cuánto hemos logrado según estándares que no nos pertenecen, sino una celebración por el simple hecho de seguir aquí. Estamos resistiendo en un mundo que insiste en aislarnos, en dividirnos, en agotarnos. Y resistir no es otra cosa que un acto revolucionario. Resistir es ser capaces de seguir conectándonos, de seguir creando lazos afectivos en medio de este caos.
Agradezcamos, entonces, que estamos andando. No perfectos, no infalibles, pero humanos. Agradezcamos la posibilidad de seguir aprendiendo, de ser y estar en compañía, de construirnos juntos como especie. Porque el tiempo no lo dicta un calendario, sino los vínculos que tejemos.
Cerramos un ciclo, pero más que mirar hacia adelante con ansiedad o hacia atrás con juicio, hagámoslo con gratitud. Con gratitud por la oportunidad de elegir, de resistir, de crear algo diferente. ¿Qué mundo queremos seguir construyendo? Esa es la verdadera pregunta.
Gracias por tomarte el tiempo de leerme. Me gustaría leerte 🫂